El Prenda, conocido por el caso de la Manada, ha pedido perdón a la víctima de la violación grupal de Pamplona de los San Fermines de 2016.
Entonces, todo el testimonio de ella fue puesto en tela de juicio. Los medios, en su momento, en el tratamiento de la información, hicieron lo de siempre, según el grado de amarillismo y deontología periodística de cada cual. Como sociedad, nuestro papel tampoco estuvo mucho mejor, y les hicimos la cobertura.
Una vez alguien me sugirió que pidiera perdón. Él era un psicólogo y yo una chica de la que se habían aprovechado mientras volvía borracha de noche a la residencia después de una fiesta universitaria.
Una compañera, y un chico de la residencia me acompañaban a hacer el trayecto de vuelta del lugar donde habíamos salido de fiesta hasta la residencia. Y sí, yo estaba muy borracha, apenas me enteraba de nada.
Llegado un punto del trayecto me di cuenta de que el chico, estaba metiendo su mano por dentro de mis pantalones. Y entonces, le grité: “te estás aprovechando de mi porque voy borracha”. Y él salió corriendo.
No ocultaré la versión de la historia que tampoco me deja a mí en buen lugar. Cuando llegué a la residencia fui a buscarle, porque además de borracha, lo que estaba era cabreada, y quería defenderme. El conserje vio por las cámaras cómo fui por los pasillos armando bronca y vino a buscarme.
Y a partir de ahí empezó una gestión bochornosa por parte de la residencia. Denuncié a este chico, que pasó la noche en el calabozo. Esa semana el director de la residencia y otra persona del equipo directivo, me preguntaron si estaba segura de lo que había pasado, si quería seguir manteniendo la denuncia, ya que era algo muy grave.
Dudaron de mí hasta tal punto que consiguieron que yo misma también lo hiciera. Y terminé retirando la denuncia.
Más tarde, el director de la residencia de estudiantes me sugirió que podía ir a hablar con el psicólogo de la universidad si lo necesitaba.
Fui a verle. Lo primero que hizo fue pasarme un test. Lo rellené y me dijo que la semana siguiente, una vez le hubiera dado tiempo a verlo, podríamos volver a reunirnos. Super acertado.
Volvimos a tener una segunda sesión. De esto solo recuerdo una cosa: “Paula, ¿qué te parece si le pides perdón?”
Pedir perdón a la persona que aprovechándose de mi inconsciencia se tomó la libertad de realizarme tocamientos sin mi consentimiento. Esto fue la idea de un psicólogo. Un psicólogo que ofrece charlas Ted y orientación en la universidad. ¿Mis delitos? Denunciar lo que en su momento me pareció justo denunciar.
Salí de su despacho destrozada. Días más tarde, el director de la residencia me planteó la opción de cambiarme de residencia, que iba a ser algo más cómodo para los dos. Joder.
¿De qué sirve, que animemos a las mujeres a denunciar, si luego las vamos a avergonzar, cuestionar e incluso humillar? ¿Cómo vamos a conseguir que lo hagan si cuando esto ocurre deslegitimamos su historia porque “van borrachas”, “son unas calientapollas” o “no ha puesto resistencia”?
Necesitamos urgentemente una educación sexual que vaya más allá del ciclo menstrual y los métodos anticonceptivos para evitar contraer ETS’s en el sexo heterosexual. Que hable de consentimiento, de respeto entre ambos géneros, de nuevas masculinidades y espectros en el amplio abanico de la orientación sexual y de género. Que nos enseñe a apoyarnos y no juzgarnos las unas a las otras.
Y sobre todo, un sistema judicial que no mida la veracidad de un testimonio según los hábitos sociales o sexuales de quien denuncia, el largo de su falda, o su grado de embriaguez.
Hermana, yo sí te creo, te creí en su momento, y nos seguiré creyendo.
Qué valiente eres Paula. Gracias a personas como tú el mundo está cambiando.
Es difícil luchar contra una sociedad podrida pero no nos poemos rendir.
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Gracias, Pedro.
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