Pongo el tapón. Abro el grifo de agua caliente y la bañera empieza a llenarse. Hoy mis privilegios se miden por un trozo de goma con cuatro centímetros y medio de diámetro. Me meto dentro y el agua me envuelve. Aun con las manos secas me acerco la revista. En la portada puede leerse en letras color amarillo chillón:

"Cómo funciona realmente el universo. 
La nueva forma radical de plantear las leyes del cosmos".

Mis 60 kilos de cuerpo mojado no lo comprenden ¿Qué ley universal me da derecho a habitar este cuerpo y su condición de mujer cisgénero occidental y se lo niega a otra persona que ha nacido en el mismo día y hora que yo en coordenadas diferentes?

Descalzo el lápiz que recoge mi pelo en un moño, tomo aire y sumerjo la cabeza al completo en el agua. No cuento cuánto tiempo aguanto dentro.

"Solo percibimos una ínfima parte de todo lo que existe, pero una teoría cuántica que tuviera en cuenta todas las posibilidades, tanto aquellas sujetas a nuestra experiencia como las que no lo estén, cambiaría nuestra concepción del cosmos".

O sea, que tal vez el Universo no esté en expansión, si no que son nuestros eventuales descubrimientos sobre este los que nos devuelven dicha creencia. ¿No?

Tomo aire de nuevo, y esta vez sí cuento. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… ¿Cuántas certezas puede el ser humano albergar en un cosmos que se rige por un orden no-conocido al que llamamos caos?

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