Llevo escribiendo diarios desde que tengo 6 años. Sin constancia, a veces de manera salpicada en el tiempo y con intermitencias. En cualquier caso, tomarme un momento al final del día y revisar cómo me siento es algo que se da de manera natural en mí. Encuentro que la escritura es terapéutica, me protege del mundo y me salva de mí. Ponerle palabras a lo que siento me libera. 

Generalmente, cuando le preguntas a alguien cómo se siente suele responder: “Bien”, “Bah, bien”, “ni bien ni mal, normal”, “No sé, no me siento bien”. ¿Qué es bien? Para poder conocernos  y entendernos mejor es necesario manejar cierto vocabulario emocional. Algo, que hasta ahora (y lo expreso así porque creo que por suerte comienzan a darse cambios), no nos han enseñado en la escuela. 

Guy Deutscher es un lingüista israelí que dice algo así como “el lenguaje es el prisma a través del cual vemos el mundo”. Y es que pensamiento y palabra van unidas, no podemos formular pensamientos sin lenguaje. Según empleamos una palabra u otra, la conceptualización es distinta. La palabra que escojamos será aquella que represente una idea u otra en la cabeza de nuestro interlocutor u lector. 

Hace poco visité el museo de Las cuevas de Zugarramurdi (altamente recomendable, por cierto). En una de las salas, se podía leer: “Izena duena, da”, que podría traducirse por Todo lo que tiene nombre, existe”. Según este principio de la tradición vasca, el nombre de cada cosa contiene la clave secreta de la realidad, pues esta se articula a través del lenguaje, que es simbólico. 

Nada existe hasta que no se nombra. 

Este determinismo del lenguaje es algo sobre lo que han teorizado personas como Edward Sapir o Benjamín L.Whorf, entre otros, aunque tampoco conozco su obra tanto como me gustaría. (Ars longa, vita brevis!) En España, Mercedes Bengoechea es una lingüista cuyo trabajo admiro que hace una reflexión muy interesante sobre lenguaje y género. 

Por eso hablar de lenguaje me lleva a hablar de libertad. Porque no, tomarse unas cañas al final del día, no es libertad. Por muy terapéutico o valioso que a veces esto sea. Libertad es aprender a pensar por una misma. Y poder decir: SOBRE MÍ, DECIDO YO. 

4 thoughts on “ Escritura, lenguaje y libertad ”

  1. Hola!!
    Me ha gustado tu reflexión sobre el conocimiento del lenguaje para aplicarlo a lo que sentimos en cada momento y así poder expresarlo con claridad. ¿Pero tenemos todos el mismo conocimiento del lenguaje?….es decir, cuando yo me expreso. Mi interlocutor está comprendiendo al pie de la letra lo que estoy expresando? (o diciendo?) (no intentando expresar), ya que yo tengo muy claro lo que estoy diciendo y expresando al mismo tiempo. Como sabemos que nuestro lenguaje es el adecuado o correcto, cuando no sabemos si nuestro interlocutor tiene el mismo conocimiento del lenguaje que el nuestro?…si que pensamiento y palabra van unidas, no podemos formular pensamientos sin lenguaje, es cierto!!. Según empleamos una palabra u otra, la conceptualización es distinta. La palabra que escojamos será aquella que represente una idea u otra en la cabeza de nuestro interlocutor u lector….pero cuando vamos a ser conscientes de que nuestro mensaje ha sido recibido de la misma forma que nosotros hemos querido expresar?…jojojo menudo lio!!…yo creo que nunca!! lastima por cierto!! sigue escribiendo que seguro que alguien nos entenderá algún día!
    Saludos

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    1. Ezequiel!! Bienvenido por aquí! Gracias por tu comentario. Qué interesante lo que dices.

      Me valgo de tu reflexión para plantearte lo que pienso y ver si llegamos a entendernos! jiji

      En parte es cierto lo que dices. Para que la comunicación pueda darse emisor y receptor han de compartir el mismo código y en cierto modo contexto. En clases de Escritura Creativa en la Escuela de Escritores, David Gallego, mi profesor, siempre nos recordaba que en un texto ha de contextualizarse bien todo. Pongo un ejemplo para ver si esto se entiende: imagina un relato que haga referencia al PIN parental, tan sonado en España, y todo el contenido del texto gire en torno a ello. Un lector, por ejemplo, de Latinoamérica que no esté familiarizado con esta legislación probablemente no comprendería bien el sentido completo del relato. Por eso el humor en ocasiones es un género que en mi opinión, resulta tan complejo. Ha de compartirse un código.

      Según planteaba este caso, me daba cuenta 1: de que estoy dando por hecho que eres de España (dime si es así o no, porfa). Y 2: de que los ejemplos suelen ser bastante esclarecedores, y una buena herramienta donde apoyarnos.

      Pongo otro ejemplo para ver si se ve esto del código y el contexto. Imagina que en un cuento alguien europeo regala 4 rosas a una persona cuya nacionalidad y cultura es china. Esta persona se enfada muchísimo, y tira las flores al suelo, huyendo corriendo y sin decir nada. Y todo el relato gira en torno a este suceso que ni el propio personaje europeo comprende. Como lectores, tampoco podremos hacerlo si no sabemos que en China el número 4 simboliza la muerte, ya que suenan muy parecido. ¿Se ve esto?

      Respecto a lo que comentas de «yo tengo muy claro lo que estoy diciendo y expresando al mismo tiempo», te preguntaría algo: ¿cómo sabes que tu manera de expresarte es eficaz? ¿Y no la manera que has encontrado de hacerte entender en tu entorno y son los otros quienes tienen que ir «descifrándote»? A veces esto ocurre, como cuando los bebés balbucean y las madres y padres han tenido que ir aprendiendo a traducir o interpretar lo que la bebé quiere decir. Esto trae muchísimos conflictos porque en muchas ocasiones nuestra comunicación no es asertiva y tenemos que ir continuamente descifrando al otro. (Sobre todo cuando hay conflictos de intereses).

      Por otro lado, para testar si la otra persona nos está entendiendo podríamos apoyarnos en una de las funciones del lenguaje, la función fática, cuyo propósito es (cito): «iniciar, prolongar, interrumpir o finalizar una conversación o bien sencillamente comprobar si existe algún tipo de contacto. La finalidad de la función fática no es principalmente informar, sino facilitar el contacto social para poder transmitir, dar y optimizar posteriormente mensajes de mayor contenido. Está presente en los mensajes que sirven para garantizar que el canal funciona correctamente y que el mensaje llega sin interrupción». Por ejemplo, cuando un poco más arriba te decía: «¿Se ve esto?».

      Así que un poco en resumen… No sé si alguna vez podremos ser conscientes de que el 100% del contenido llega limpio a nuestro interlocutor, sin interferencias ni ruido. Pongamos el caso de un mensaje cuyo contenido son las instrucciones de un proceso técnico. Si el receptor del mensaje acomete las indicaciones de manera correcta, podríamos suponer que en ese caso sí se ha recibido como deseábamos expresar. (A menos, y esto es rebuscado, que suene la flauta por casualidad!) En textos instructivos esto se ve fácil, pero cuanto más abstracción en el mensaje, mayor es la dificultad! Al final las palabras no dejan de ser formas y no es extraño que el fondo se pierda en ellas. Cajitas vacías que a lo largo del tiempo hemos dotado de significado.

      Pero por finalizar, termino con un latinismo: «Intelligenti, pauca», que en español… «A buen entendedor, pocas palabras bastan».

      Beso fuerte, Ezequiel!

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  2. Paula, me ha encantando este post. Esa imagen es genial. ¿Es de tus primeros diarios?
    Además, me he quedado con el primer párrafo, pues a mi también me ayuda mucho escribir para liberarme. El término “terapéutico” para la escritura no lo había utilizado pero reconozco que en mi caso también es acertado.
    Un descubrimiento tu blog. Seguiré leyéndote!

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    1. Pedro! Muchísimas gracias por dejar este comentario. La imagen es de un diario sí! ☺️ con que ilusión me vivía poder elegir la ropa. Gracias por abrirte y compartir tu experiencia. (Pero sobre todo gracias por la charla de ayer, fue un gusto).

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